Texto:
Verónica Lebrument García
El reciente libro "Cásate y sé sumisa" ejemplifica la actitud patriarcal aún presente en la iglesia católica |
Antes de la
entrada de la iglesia católica en algunas sociedades se daba el
matriarcado, donde los lazos genealógicos seguían el linaje materno
(matrilineal). La autoridad, el derecho y la riqueza estaban en
manos de las mujeres, las cuales transmitían ese poder a sus hijas.
En otras
sociedades como la celta, las mujeres gozaban de una igualdad total
con respecto a los hombres en la educación y derechos. Las mujeres
no eran propiedad de los hombres, tenían igualdad plena con los
bienes comunes, ninguno podía vender ninguna propiedad sin el
consentimiento del otro.
Todo esto
cambió al ser conquistados y la fe cristiana se implantó como la
religión verdadera.
En el
cristianismo la iglesia presenta a la mujer como un ser inferior
intelectual y moralmente, relegándola al ámbito del hogar donde se
tiene que dedicar a hacer la vida más fácil al hombre, satisfacer
sus deseos y cuidad de los hijos. Tratando al hombre como un ser
superior.
La iglesia
católica considera a la mujer la causante de todos los males que
padecemos, empezando con el personaje de Eva, culpándola del pecado
original.
La sociedad
patriarcal que defendió y sigue defendiendo la iglesia actualmente
sigue manteniendo estos mismos roles.
No tenían (ni tienen según ellos) derecho a la misma educación que
el hombre debido a esa inferioridad.
Tales ideas
están recogidas en el libro "Cásate y sé sumisa", en el que recoge
todos los postulados que la iglesia quiere seguir aplicando en el
S.XXI. Este libro sin ánimo de darle publicidad es un reflejo de lo
que una “buena” mujer debe ser.
En un
documento firmado por Juan Pablo II acusa al feminismo como único
culpable de esta confusión de roles y sacrificando el ámbito
familiar en favor de la incorporación de la mujer en el mundo
laboral.
Para el
catolicismo las mujeres son tan inferiores que son incapaces de
decidir por si mismas, no son dueñas de su propio cuerpo, por lo que
les quita el derecho a decidir si abortan o siguen con su embarazo.
Para ellos
la mujer es una mera máquina reproductora, aún a costa de su propia
salud.
Una cita
del Abad Bernardo de Claraval que definía a la mujer como “sacos
de basura”.
Ahora hago
una pregunta: ¿Se puede ser feminista y creyente a la vez?
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