Todavía resonaban los
ecos de la manifestación del 7N cuando una nueva oleada de crímenes
machistas nos volvía a poner un nudo en la garganta. Había sido una
manifestación masiva, multitudinaria, combativa, integradora.
Decenas y decenas de miles de mujeres, hombres e incluso niños y
niñas habían gritado su repulsa a esa lacra que es el terrorismo
machista. Pero eso solo sirvió para visibilizar el rechazo de la
sociedad democrática, civilizada, a una cultura que hace de la mitad
de la población un mero objeto, una propiedad en las manos de unos
desalmados que conciben el amor y las relaciones como posesión y no
como respeto.
Cincuenta y seis mujeres
contabilizadas hasta el 15 de noviembre (temo el poner una cifra
porque la realidad nos suele abofetear inmediatamente con otra
víctima). Cincuenta y seis mujeres asesinadas por sus parejas, ex
parejas, parejas o ex parejas de sus hijas, o cualquiera de las
múltiples relaciones que tejen los seres humanos en nuestra
sociedad. Muchos hijos e hijas que se quedan solos y solas, con la
madre asesinada y el padre en la cárcel, y con un trauma que les
puede marcar durante el resto de sus vidas. Y lo peor es que las
cifras oficiales son constantemente maquilladas para hacer parecer
menor un fenómeno que es una terrible, angustiosa realidad sean las
que sean las cifras. ¿Qué más da que sean 40 u 80 cuando se está
hablando de PERSONAS? ¿Es que existe un límite bajo el cual es
tolerable matar a mujeres?
Esta mentalidad de
contable de oficina, o de mercadotécnico, por la que si en lugar de
escribir 56 escribo 40 lo mío es un triunfo y no un estrepitoso
fracaso; que si no cuento las madres y suegras, o cuñadas, o hijos
asesinados, como si en la oferta pongo 12,95€ en lugar de 13€,
todo se hace más apetecible, es la que impera en los que han
prometido o jurado gobernar para las mujeres y hombres de este país,
mientras en realidad solo lo hacen para salvaguardar SU sillón
actual o futuro y para salvaguardar los intereses de grandes
conglomerados de negocios, nacionales y/o extranjeros.
En un par de semanas
empezará una nueva campaña electoral que nos llevará el 20D a
escoger a las personas que nos gobernarán durante los próximos 4
años, y ninguno de los supuestos ganadores de esas elecciones se
preocupa o se ha preocupado de verdad por el martirio continuo que
miles de mujeres sufren. Los fáciles discursos cuando acudieron (y
no todos) a la manifestación del 7N para salvar sus caretos y fingir
que las mujeres les importamos, solo han puesto en evidencia que de
ellos no hay que esperar nada si no luchamos a brazo partido en la
calle, en los puestos de trabajo (las afortunadas que lo tengamos) y
en las instituciones para arañar cada día un poquito más. El
esperpento de un Pedro Sánchez que dice que cuando gobierne “las
mujeres asesinadas tendrán funerales de Estado como las víctimas
del terrorismo” me hace sentir vergüenza ajena. Pedimos un pacto
de Estado contra el terrorismo machista y nos contestan con
“funerales de Estado”. ¿Tan difícil es comprender que NO
QUEREMOS MÁS FUNERALES? ¡NOS QUEREMOS TODAS VIVAS ! Y no voy a
hablar del resto de representantes del bipartidismo viejo y nuevo,
porque solo repiten generalidades para quedar bien en unos medios de
manipulación de masas deseosos de sacar a relucir sus mejores
perfiles. Pero no tenemos que limitar nuestra vigilancia a los otros
partidos, pues en el nuestro también tenemos que luchar con
micromachismos y con machismo a secas. No hace muchos días que tuve
que oír a un camarada contestar a una joven comunista que se quejaba
de un comportamiento machista que no tenía por qué quejarse, ya que
se había avanzado mucho. Y le ponía como ejemplo que en otros
tiempos ella no habría podido participar en esa reunión. Que ese
camarada no se diera siquiera cuenta de la enormidad que estaba
diciendo nos da la medida del trabajo que nos queda a las feministas,
fuera y dentro de las organizaciones revolucionarias.
La lucha será dura y
larga. Y las mujeres y hombres que queremos una sociedad igualitaria
y justa deberemos luchar más que nunca en cada lugar en el que
estemos para obligar a quienes tengan el poder, a escucharnos,
respetarnos y obedecer, que en eso debería consistir gobernar:
obedecer a quienes te han delegado a actuar en su nombre. Que no lo
olviden. No se lo permitamos.
Mirella Giglio Busetto
Responsable Local del Área Mujer
Mirella Giglio Busetto
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