martes, 8 de diciembre de 2015

 Todavía resonaban los ecos de la manifestación del 7N cuando una nueva oleada de crímenes machistas nos volvía a poner un nudo en la garganta. Había sido una manifestación masiva, multitudinaria, combativa, integradora. Decenas y decenas de miles de mujeres, hombres e incluso niños y niñas habían gritado su repulsa a esa lacra que es el terrorismo machista. Pero eso solo sirvió para visibilizar el rechazo de la sociedad democrática, civilizada, a una cultura que hace de la mitad de la población un mero objeto, una propiedad en las manos de unos desalmados que conciben el amor y las relaciones como posesión y no como respeto.

Cincuenta y seis mujeres contabilizadas hasta el 15 de noviembre (temo el poner una cifra porque la realidad nos suele abofetear inmediatamente con otra víctima). Cincuenta y seis mujeres asesinadas por sus parejas, ex parejas, parejas o ex parejas de sus hijas, o cualquiera de las múltiples relaciones que tejen los seres humanos en nuestra sociedad. Muchos hijos e hijas que se quedan solos y solas, con la madre asesinada y el padre en la cárcel, y con un trauma que les puede marcar durante el resto de sus vidas. Y lo peor es que las cifras oficiales son constantemente maquilladas para hacer parecer menor un fenómeno que es una terrible, angustiosa realidad sean las que sean las cifras. ¿Qué más da que sean 40 u 80 cuando se está hablando de PERSONAS? ¿Es que existe un límite bajo el cual es tolerable matar a mujeres?

Esta mentalidad de contable de oficina, o de mercadotécnico, por la que si en lugar de escribir 56 escribo 40 lo mío es un triunfo y no un estrepitoso fracaso; que si no cuento las madres y suegras, o cuñadas, o hijos asesinados, como si en la oferta pongo 12,95€ en lugar de 13€, todo se hace más apetecible, es la que impera en los que han prometido o jurado gobernar para las mujeres y hombres de este país, mientras en realidad solo lo hacen para salvaguardar SU sillón actual o futuro y para salvaguardar los intereses de grandes conglomerados de negocios, nacionales y/o extranjeros.

En un par de semanas empezará una nueva campaña electoral que nos llevará el 20D a escoger a las personas que nos gobernarán durante los próximos 4 años, y ninguno de los supuestos ganadores de esas elecciones se preocupa o se ha preocupado de verdad por el martirio continuo que miles de mujeres sufren. Los fáciles discursos cuando acudieron (y no todos) a la manifestación del 7N para salvar sus caretos y fingir que las mujeres les importamos, solo han puesto en evidencia que de ellos no hay que esperar nada si no luchamos a brazo partido en la calle, en los puestos de trabajo (las afortunadas que lo tengamos) y en las instituciones para arañar cada día un poquito más. El esperpento de un Pedro Sánchez que dice que cuando gobierne “las mujeres asesinadas tendrán funerales de Estado como las víctimas del terrorismo” me hace sentir vergüenza ajena. Pedimos un pacto de Estado contra el terrorismo machista y nos contestan con “funerales de Estado”. ¿Tan difícil es comprender que NO QUEREMOS MÁS FUNERALES? ¡NOS QUEREMOS TODAS VIVAS ! Y no voy a hablar del resto de representantes del bipartidismo viejo y nuevo, porque solo repiten generalidades para quedar bien en unos medios de manipulación de masas deseosos de sacar a relucir sus mejores perfiles. Pero no tenemos que limitar nuestra vigilancia a los otros partidos, pues en el nuestro también tenemos que luchar con micromachismos y con machismo a secas. No hace muchos días que tuve que oír a un camarada contestar a una joven comunista que se quejaba de un comportamiento machista que no tenía por qué quejarse, ya que se había avanzado mucho. Y le ponía como ejemplo que en otros tiempos ella no habría podido participar en esa reunión. Que ese camarada no se diera siquiera cuenta de la enormidad que estaba diciendo nos da la medida del trabajo que nos queda a las feministas, fuera y dentro de las organizaciones revolucionarias.


La lucha será dura y larga. Y las mujeres y hombres que queremos una sociedad igualitaria y justa deberemos luchar más que nunca en cada lugar en el que estemos para obligar a quienes tengan el poder, a escucharnos, respetarnos y obedecer, que en eso debería consistir gobernar: obedecer a quienes te han delegado a actuar en su nombre. Que no lo olviden. No se lo permitamos.

Mirella Giglio Busetto
Responsable Local del Área Mujer

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